sábado, 21 de marzo de 2009

Bharat (India) y vecinos

CORTESANAS Y PROSTITUTAS
EN LA INDIA ANTIGUA 1



En la mayoría de las sociedades patriarcales, la figura femenina posee una doble visualización: por un lado, es la mujer idealizada, fiel, pura, madre intachable, cuyo principal valor está ligado al honor familiar o doméstico y masculino. Por el otro lado, la mujer puede ser la materialización de la tentación o el pecado, la que lleva al hombre a cometer diversas acciones negativas o perjudiciales. Estos dos parámetros continúan hasta el día de hoy vigentes en menor o mayor medida y no son exclusivos de la India.

Al leer algunos de los textos de la época, el interés por conocer un poco más sobre las cortesanas aumentó, en especial porque podían producir una doble percepción. Por un lado, muchos hombres añoraban su compañía y podían ser muy valoradas y por el otro, eran vistas con recelo, con un cierto temor y prejuicio.

Una doble moral ha existido en las diferentes culturas, en algunas ha sido más marcada que en otras, pero en muchas ocasiones ha habido un placer por lo que es considerado negativo o incluso prohibido, lo que es bueno y malo es muy relativo. La sexualidad humana, de manera similar puede ser vista desde algo sano, bello y natural hasta algo sucio, pecaminoso y perjudicial. Por supuesto esto depende del enfoque con el que se mire y los valores específicos de la cultura de la que se estos emanan. En las naciones de tradición patriarcal, por ejemplo la judeo-cristiana, el sexo ha sido manejado comúnmente como un instrumento útil sólo para la procreación, para la conservación de la especie, de la familia, por lo cual es tolerado, pero cuando el placer o el deleite que pueda producir aparece, entonces es considerado como un instrumento del mal para enajenar la mente del ser humano y llevarlo a la perdición.

Bajo la perspectiva occidental, el encontrar en la India templos llenos de figuras eróticas, y tratados explícitos de amor y de sexualidad, paralelamente a manifestaciones o concepciones místicas y de renunciamiento al mundo y sus placeres, no deja de llamar la atención. ¿Por qué? Porque para la Cultura Occidental, la idea de lo que es bueno, divino, etéreo, espiritual y por ende el supuesto ideal del ser humano se ha contrapuesto a lo material, a lo mundano y a lo carnal. ¿Acaso un sacerdote o una monja no debían ser la materialización humana de las virtudes, de los buenos principios, como la castidad? Entonces, una persona virtuosa, debía controlar sus sentidos, sus pasiones, sus deseos (de cualquier tipo), su mente y su cuerpo, evitar caer en pecados, debía ser puro. En occidente, durante muchos siglos, la idea de pureza estuvo ligada a la religión, al celibato, por lo menos en la teoría. ¿Y en la India?

El concepto de pureza es substancial en la misma división de las varna o castas, pero su relación con la sexualidad ¿cómo es? El acto sexual en sí no era visto como algo sucio, el Código de Manú, no lo señala como algo “pecaminoso”, sino que la posible contaminación ritual dependía de con quien se realizaba la acción y que detalles específicos se llevaban a cabo.

En los tratados como Kama Sutra y Kama Shastra el sexo es presentado como algo natural, anhelado, reconfortante, incluso, necesario para la vida, que podía mirarse desde diferentes matices. Es más, el mismo Kama Shastra señala que lo ahí escrito fue descrito por Nandi, el vehículo y guardian de Shiva, mientras éste estaba con su consorte Parvati. En este caso el sexo está ligado con la divinidad y de entrada posee un matiz muy diferente al manejado por otras culturas y religiones.
En el tantrismo la energía femenina es de gran relevancia y la sexualidad es una de las vías más importantes para la liberación del ciclo de nacimientos y muertes y por ende, de la autorrealización.

Para este trabajo, se utilizaron textos de interpretación realizados por algunos investigadores y como fuentes principales el Kama Sutra (s.I-III d.C), el Kama Shastra (s.II-III d.C), Las aventuras de Apaharavarman de Dandin (s.VI-VII d.C), el Kuttanimatam o Los consejos de la celestina de Damodara Gupta (c. s.VIII-IX d.C), traducido por Fernando Tola, la poesía erótica del Subhasita-ratnakosa y de la Amaru Satakam, la primera compilada por Vidyakata (s.XI d.C) y Las dos alcahuetas del escritor Somadeva, del siglo XI d.C., ambos traducidos por David Lorenzen y Benjamín Preciado. En este caso, estas obras provienen del sur, el norte y el oriente de la India, por lo que podríamos decir que muchas de las clasificaciones y características dadas a las mujeres públicas eran comunes y generales en la mayor parte de los reinos del sub continente en los siglos ya indicados. Afortunadamente, las fuentes durante estos siglos son muy vastas y nos pueden dar una noción de cómo era el ambiente en el que se movían estas mujeres, sus intereses, su educación, etcétera.

Durante esos siglos (I al XI d.C.) la literatura sánscrita siguió predominando, la cultura y el arte tuvieron gran relevancia y llegaron a niveles altamente celebrados, baste recordar los diferentes reinos e imperios que florecieron en ese tiempo a lo largo de lo que hoy es India como los kushanas en el noroeste, en especial con Kanishka (s.I), la dinastía Gupta (s.IV- VIIIc.), el rey Harsha (s.VII), los reinos del sur de los chalukyas, cholas, cheras, de los pallavas, con uno de sus reyes importantes como Narashimha-varman (s.VII), los rashtrakutas, etc.

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