sábado, 8 de diciembre de 2007

Fragmentos del pasado y del presente

Los manuales de viajeros,
los Almanaques y libros similares
del siglo XIX mexicano I

Por Paola Parra Fernández.
(Este artículo apareció en dos partes en el Períodico Humanidades de la UNAM, en los números 261 y 262, del 2003).


(Catedral de la Ciudad de México, dagerrotipo, 1858).

Érase un día de 1858, en el Distrito Federal, los mesones de “Balvanera”, de “Nuevo México” y “del Angel” estaban abarrotados. El mejor zapatero de damas y de ninos trabajaba en el “Botín de diamante”. Un grupo de jóvenes comía en el café el “Moro de Venecia” por tres reales cada uno. Una mujer de edad madura compraba un boleto de 3 pesos para la diligencia que iba a Pachuca y una familia en la esquina del Colegio de Ninas esperaba la salida del omnibus hacia San Angel y Coyoacán. En esa ciudad hermosa, pero con grandes diferencias económicas y sociales había 847 aguadores, 20 cirujanos, 6 dentistas, 7 parteras y 140 médicos. También había 304 calles, 12 barrios, 90 plazas y plazuelas, 12 puentes y 140 callejones .
Algunas de las diversas fuentes que tenemos para estudiar o simplemente conocer la vida cotidiana en la Ciudad de México del siglo XIX son los almanaques, los manuales de viajeros o forasteros y libros similares a estos. Con estas obras es posible adentrarnos en las calles de la entonces no tan poblada ciudad, en los pocos restaurantes y cafés, hoteles, librerías, teatros, “fondas”, panaderías, dulcerías, pulquerías, iglesias, lugares de recreo y diversión y muchos otros sitios más.
Otros detalles que nos podemos imaginar, a través de la información que nos dan esos libros son los ferrocarriles, los carros o carruajes tirados por caballos o mulitas, las diligencias que salían del centro de la ciudad para ir a Veracruz, Puebla, etcétera.
Los almanaques, los manuales de viajeros o forasteros y los libros que hablan de las maravillas y bellezas de México poseen un interés por la historia. Todas en algún momento hacen mención de lugares o personajes históricos y en algunos casos nos dan los porqués de algún sitio y de su problemática social, económica e incluso ecológica.
No sabemos hasta que grado se vendían esos manuales o guías, si se podían encontrar en cualquier librería y si quienes los compraban eran, principalmente, los extranjeros o los viajeros nacionales. Los almanaques, suponemos nosotros, probablemente tenían mayor circulación, debido en parte porque estaban más vinculados con la vida diaria y aportaban sugerencias a los mismos habitantes de la capital, sin olvidar los servicios y productos que se anunciaban.
El Manual del viajero en México de Marcos Arróniz o la Guía de forasteros de Juan Nepomuceno Almonte son de excelente calidad. En ellas podemos observar que los autores intentaron dar una visión lo más cercana posible a la realidad de lo que era la Ciudad de México, en el tiempo en que ellos vivieron. Aunque claro, ellos no profundizan en los barrios o zonas peligrosas. Lo importante no era senalar los problemas de la ciudad, sino sus bellezas, su cultura y su historia. Las narraciones son románticas y tienden a ensalzar las virtudes mexicanas. Esas fuentes no son infalibles en su información, debemos considerar que probablemente tienen un margen de error, pero a pesar de esto lo que nos aportan es de gran valor.


La obra de Arróniz mencionada anteriormente consta de 298 páginas. En la primera, el mismo autor nos da una idea del contenido, ya que podemos leer: “Manual del Viajero en Méjico, ó Compendio de la historia de la Ciudad de Méjico, con La descripción é historia de sus Templos, Conventos, Edificios públicos, las Costumbres de sus habitantes, etcétera, y con el plan de dicha ciudad.” Al revisar el índice podemos observar que el autor no sólo describe a la capital mexicana, sino que también habla de algunos lugares interesantes de la provincia.
En la obra de la Condesa Calderón de la Barca, en los Textos Costumbristas de Manuel Altamirano o en los escritos de Guillermo Prieto (entre otros) podemos leer e imaginar las costumbres y tradiciones mexicanas decimonónicas, así también, en los libros para viajeros encontramos esa fascinante información. De manera similar, en 1858 Arróniz describió diferentes momentos de la vida cotidiana, fiestas y celebraciones. Un ejemplo de esto es el Día de Muertos, que reproducimos a continuación:

En este bendito país todo el mundo se divierte, aun con las lágrimas y los dolores, ¿y cómo no? El cielo azul siempre rie sin nubes, las flores frescas y encendidas sirven de corona nupcial á la primavera y verano, y de lazos amistosos al otono é invierno . . . Por eso en el día de muertos nuestra bulliciosa sociedad se reune bajo los frondosos árboles de la Alameda y en sus hermosas calles , para pasearse, sin que eche de menos la viuda jóven el brazo del esposo, la hermana al hermano, el hijo al padre. En todas aquellas avenidas se colocan en mesas, unas tras otras, todos los emblemas y figuras de la muerte que están construidos de dulce ¡admirable coincidencia con el día ! pues en lugar de llorar a sus deudos , los mas endulzan su memoria con el paseo. No sabemos que pensar, si este dia se celebra ó lamenta, conforme á nuestras costumbres, la perdida de los parientes y amigos. En la noche todo brilla con esos globos de colores, iluminacion veneciana; se pierden las pisadas de una muchedumbre entre los ecos armoniosos de la música .

Las descripciones de ciertos personajes característicos de la sociedad mexicana también son retratados poéticamente por el autor, tal es el caso del famoso aguador que cargaba una gran olla en su espalda, la china con su traje muy vistoso, los rancheros y muchos más.

(El Aguador, Claudio Linati, s.XIX).

Algunos lugares importantes como Mineria, la Escuela de Medicina, la Casa de corrección para jóvenes, La Diputación, el Palacio Nacional, el Monte de Piedad de Animas, la Universidad, La Catedral, la iglesia de la Merced etc., también forman parte de la minuciosa descripción que hace Arróniz sobre la Ciudad de México.
Otro libro similar al de Arróniz es la Guía de forasteros y repertorio de conocimientos útiles de Juan Nepomuceno Almonte, que ya nombramos. La mayoría de las personas identifica a este mexicano como militar y/o como político, pero no como un autor de una guía de la Ciudad de México. Esta obra facsímil, editada por el Instituto José María Luis Mora, consta de 638 páginas, mapas, cuadros e ilustraciones. Posee un índice onomástico. La primera edición que tuvo esta guía de forasteros fue en 1852.
De manera parecida al Manual del viajero en México, Almonte hizo un recuento de los lugares más importantes de la ciudad, de las festividades, de los lugares públicos, de los sitios de educación y de recreo, de los personajes citadinos más representativos desde clérigos (de diferentes niveles), licenciados, científicos, artesanos, etc. hasta los más desprotegidos en la sociedad. Varios detalles sobre gobierno, ejército y comercio, que no tienen otros libros parecidos, están en una sección llamada “Repertorio de conocimientos útiles”. Esta parte junto con el Apéndice, nos brindan una información muy rica para quienes se interesan por la política, la economía y la milicia del siglo XIX mexicano, e incluso de otros países.
Así que, si tenemos curiosidad por conocer cuáles eran los periódicos que circulaban en esa época, los circos, los agentes de negocios, los baños, los diputados, los dentistas, las fábricas nacionales de pianos, las fondas, los eclipses de 1853, las ferias anuales, los jardines públicos de flores, los licenciados matriculados, las monedas, los mesones, los ingenieros, los niños perdidos, las noticias estadísticas del Estado de México, las parteras, las posadas, los paseos públicos, plomerías, panaderías, pastelerías, los precios de algunos frutos y efectos nacionales, las parroquias, los puertos habilitados al comercio, las rentas del clero, las diversas Secretarías gubernamentales, los teatros, las tamalerías, las tintorerías, los territorios y sus rentas, las vías de comunicación y demás cosas curiosas que había en la mitad del siglo XIX, no hay que dudar más y hay que leer la obra de Juan N. Almonte.


(Interior de la Universidad de la Ciudad de México, Pedro Gualdi, litografía, s.XIX).

Un libro de pequeno formato, de edición facsimilar y que pertenece a lo que nosotros llamamos “similares” en el título del presente artículo, es la obra de don Antonio García Cubas titulada Geografía e historia del Distrito Federal, de 94 páginas. El ano original de edición es de 1894 y aún podemos ver la riqueza natural que poseía la cuenca de la Ciudad de México. Esta obra está ilustrada con dos Cartas geográficas a color y varios hermosos grabados. No posee un índice, pero en cambio tiene un anexo con la significación de las voces nahuas o mexicanas contenidas en el libro. Antonio García Cubas nos expone de una manera muy analítica a la Ciudad de México y a sus alrededores. Abarca desde la organización política del Distrito Federal hasta el clima y los productos naturales, pasando por las prefecturas de Tlalpan, Xochimilco, Tacubaya, las municipalidades de San Angel, Coyoacan, Milpa Alta, etc. De manera similar a los dos autores anteriores, García Cubas no olvida incorporar la historia de la ciudad, así como también la de sus edificios y lugares más importantes y representativos. Aunque su obra no estaba dirigida a un lector viajero, sí nos aporta una información muy rica y documentada de la ciudad, con detalles de la vida cotidiana de a finales del siglo XIX.
Los libros que nosotros hemos mencionado en el presente artículo son unos cuantos de los existentes, acerca de información de tipo turística, en las bibliotecas más importantes y que cuentan con ediciones originales o facsimilares. En este caso los facsímiles editados por el Instituto José María Luis Mora han sido de gran relevancia para este texto. Debemos senalar que no son los únicos titulos disponibles, hay más en los fondos reservados y en otras bibliotecas, pero si uno desea adquirir una copia de los originales no hay nada mejor que conseguir un facsímil.
Los invitamos a que viajen con la imaginación y con los datos que nos aportan las obras que hemos mencionado, a la hermosa Ciudad de México del siglo XIX y se adentren en la vida cotidiana de sus habitantes, quienes fueron nuestros tatarabuelos, bisabuelos , abuelos o si es el caso, incluso padres y es parte directa de la historia, de nuestra historia personal.

Sugerencias de Lectura
Almonte, Juan Nepomuceno, Guía de forasteros y repertorio de cosas útiles, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1997, 638p., (Colección Facsímiles).
Arróniz, Marcos, Manual del viajero en México, México, Instituto de Investigacions Dr. José María Luis Mora, 1991, 298p., (Colección Facsímiles).
García Cubas, Antonio, Geografía e historia del Distrito Federal, México, Inst. de Inv. Dr. José Ma. L. Mora, 1997, 94p., (Colección Facsímiles).


CURIOSIDADES BIOGRÁFICAS

ANTONIO GARCIA CUBAS (1832-1912).
Nació y murió en la Ciudad de México. Fue escritor y un célebre geógrafo. Inició sus estudios en la Academia de Bellas Artes de San Carlos y los terminó en el Colegio de Minería. Se le considera el fundador de nuestra geografía como ciencia. Escribió algunas obras: El libro de mis recuerdos, un libro muy ameno y anecdótico; Diccionario Geográfico, Histórico y Biográfico de México (1888-1891) el cual está formado por cinco volúmenes y el famoso y hermoso: Atlas geográfico, Estadístico, Histórico y Pintoresco de la República Mexicana de 1885.
Las buenas lenguas dicen que era un esposo, padre y abuelo ejemplar y que le gustaba jugar billar para relajarse.


JUAN NEPOMUCENO ALMONTE (1803-1869).

Se dice que nació en Nocupétaro; pero algunas personas creen que fue en Carácuaro. Era el hijo natural de José María Morelos y Pavón, por esta razón, aunque su padre sí lo reconocía como su hijo, éste lo negaba la mayoría de las veces. Casi niño fue general brigadier en las tropas independentistas de su progenitor. En 1813 se fue a estados Unidos, donde paso varios años de su vida. Durante el Segundo Imperio, Maximiliano le hizo diversas distinciones, una de ellas fue el nombramiento en 1866, de ser su representante ante Napoleón III de Francia, para conseguir la permanencia de las tropas francesas en México.
Este diplomático y militar mexicano se casó con Doña Dolores Quesada, quien era un excelente dibujante, según lo muestran las ilustraciones de la Guía de Forasteros y Repertorio de Conocimientos Útiles de 1857. Otra obra de su puño y letra fue la Noticia Estadísitca de Tejas de 1835.
Con la caída del imperio de Maximiliano, Almonte se quedó en París, donde más tarde murió.

MARCOS ARRÓNIZ ( ¿? – 1858).
Este poeta y cuentista mexicano nació en Orizaba. Joven vino a la Ciudad de México donde escribió en diversos periódicos y revistas. Fue uno de los fundadores del Liceo Hidalgo. Fue miembro del partido conservador y sirvió o trabajó para Antonio López de Santa-Anna. Su muerte es un misterio, ya que hay dos versiones: se cuenta que se suicidó por el desamor de una mujer (no por el amor si no, no se hubiera muerto) y la otra, que lo asesinaron unos bandidos. Lo que sí, es que su cadáver se encontró en un lugar llamado “Agua del Venerable”, cerca de San Martín Texmelucan, en Puebla, días antes de Navidad. Escribió: Manual de biografía mexicana o Galería de hombres célebres de México de 1857 y el Manual del viajero en México de 1858 (en este año se murió y además ya hacía un año que se había iniciado la Guerra de Reforma o de los Tres Años).

GLOSARIO.
Real(es): Moneda española equivalente a 25 céntimos de peseta. El término también se utilizó en México, pero en lugar de peseta era de peso.
Diligencia: Coche o carruaje grande arrastrado por caballos, destinado al transporte de viajeros.
Aguador: Persona que tiene por oficio llevar o vender agua.
Prefectura: Es un territorio gobernado por un jefe militar o civil (prefecto), quien se encarga de cuidar del desempeño de ciertos cargos u obligaciones.

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